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Discusión pública y 'memepulación'

Cuando decidimos volvernos antagonistas del monopolizador de la opinión, le reservamos el papel protagónico de la discusión; asimismo, cuando respondemos con diatribas... cavamos en el mismo pozo.
mar 06 julio 2021 11:59 PM
El presidente se ha convertido en el centro de la discusión política.

Existe un espacio profundamente colectivo y de importancia inapreciable para la viabilidad política de cualquier sociedad, éste es el espacio de la discusión pública que compila en esta ágora virtual los asuntos que son de relevancia para el país y sus habitantes. Ahora bien, todo espacio es finito por definición, por lo que existe un límite de elementos antes de que se sature e impida la entrada de nuevos componentes, esta regla opera también para el espacio que conforma la discusión pública.

En la conformación de esta agenda hay actores cuya visibilidad o cargo público les permite colocar asuntos con mayor facilidad y fuerza que el resto; este es un poder importante y como tal debe ser empleado con racionalidad y responsabilidad, sin embargo, tal no es el caso en nuestro país.

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El dominio de la discusión pública en nuestro país es tan evidente que ni siquiera requiere hacer referencia a esta persona para saber de quien estamos hablando; mientras usted lee estas líneas ya lo sabe y al omitir referirnos a él de manera expresa desmontamos una parte importante del poder que goza como operario y personaje esencial de esta discusión pública.

Para comprender esto mejor, recurramos al espejo que nos da la historia reciente de nuestro vecino. Durante mucho tiempo Trump explotó su tendencia al dislate y la diatriba para distraer (distraernos) a todos los que veíamos (vemos) en él, la mayor amenaza a la democracia occidental desde la segunda guerra mundial. Acaparaba la discusión pública con claras mentiras, ataques y descalificaciones desde el lugar privilegiado que le confería el podio presidencial. Desprevenidos ante el arsenal de lodo y falsedades desplegado por un personaje tan cínico y en una posición tan relevante, los medios convencionales de comunicación no atinaron a reaccionar adecuadamente y terminaban convirtiéndose en un replicador de los excesos de ese señor.

Al escuchar las barbaridades que espetaba, obligó a los diferentes actores políticos, económicos y sociales a posicionarse frente al mismo y así secuestrar eficazmente la discusión pública a los temas que el seleccionaba, desde el enfoque y encuadre que prefería. Había logrado volverse el protagonista esencial de la vida pública, no solo por ocupar la oficina oval sino por generar la admiración u odio de segmentos significativos de sus conciudadanos.

De esta forma, el secuestro de la discusión pública pasó a las redes sociales donde familiares y amigos dejaron de hablarse al tomar bandos en un ambiente polarizado, y es que Trump no podía ser protagonista sino lograba antagonistas que subían a un ring donde él ya había definido los temas y los encuadres sobre los que debían discutirse. En lugar de debatir sobre temas genuinamente relevantes, inundaba las noticias con ocurrencias y mentiras. La saturación de temas y lo sesgado de su enfoque logró que pudiera desviar la atención o por lo menos la profundidad, sobre asuntos realmente importantes. Probadamente ese modelo funciona, y no solo allá.

Para que este modelo sea eficaz requiere de la colaboración –aun involuntaria o irreflexiva— de sus interlocutores, todos aquellos que consumen temas de interés público o quienes los comentan desde espacios de diferente importancia, desde los noticieros, diarios o espacios de opinión, hasta los mismos chats de las redes sociales cuya “viralidad” y virulencia representa uno de los mayores retos a la democracia contemporánea. Cuando decidimos volvernos antagonistas del monopolizador de la opinión, le reservamos el papel protagónico de la discusión; asimismo, cuando respondemos con diatribas, insultos, burlas, o mentiras, cavamos en el mismo pozo contribuyendo a un ambiente político polarizado, degradado y pueril.

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No podemos legítimamente condenar la polarización y antagonismo si continuamos expresándonos en términos despectivos, clasistas o por lo menos condescendientes respecto de aquellos que piensan diferente, votan distinto o pertenecen a otras clases sociales; de la misma manera que no podemos señalar a quien responde y vive con rencor cuando ha sido objeto de desprecio por generaciones. Recordemos que re-ncor y re-sentimiento son expresiones re-activas que responden a un agravio previo (real o percibido), por lo que nos toca responder racionalmente y no desde el pre-juicio.

Por lo tanto, para disputar efectivamente el monopolio de la discusión pública debemos evitar replicar el tema y el encuadre que propone el manipulador en cuestión. Resulta necesario establecer una agenda de temas prioritarios y evaluar objetivamente el estado que guardan, recordando en todo momento que, aunque cada quien tiene derecho a su propia opinión, nadie tiene derecho a sus propios datos. Ante la divergencia de interpretaciones, el interlocutor honesto presenta su información, de no hacerlo no tiene sentido perder el tiempo con un gesticulador.

El segundo punto para esta recuperación del valioso espacio de la opinión pública conlleva un supremo ejercicio de voluntad, al negarse a adoptar el papel de antagonista de una ópera bufa. Hay enfrentamientos que se ganan evitándolos sin que esto implique cobardía, sino la sabiduría de que nuestra energía e intelecto pueden ser mejor aprovechadas en otra parte. Esto implica renunciar a volverse aquel que insulta mas frecuente o mas fuertemente en los chats que compartimos, ya que al compartir estos memes y burlas contribuimos a que su protagonista continúe siendo visto, citado, relevante.

Nada se pierde al abstenerse a participar en un concierto de diatribas y dislates, en algunas ocasiones un silencio premeditado e inteligente permite asociar mejor las ideas y afinar las estrategias para presentarlas en el momento apropiado y con interlocutores valederos. En tiempos de incertidumbre, polarización y frustración es cuando virtudes como la prudencia, inteligencia y temperancia pesan doble.

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Nota: Jorge Alatorre es profesor Investigador de la Universidad de Guadalajara (UdeG), candidato a Dr. en Ciencia Política (Purdue) y presidente del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción.

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autor.

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